lunes, 24 de agosto de 2015
sábado, 22 de agosto de 2015
Cuento P. del Lenguaje
León suelto.
Detrás de esos árboles la
noche se agitaba como un avispero y las sombras silenciosas anunciaban lo peor:
los animales se habían escapado.
César Díaz,
el director del circo, nos convocó a una reunión de urgencia. En su llamada se
notaba preocupado y nervioso, aunque se negó a contarme que pasaba hasta que
todos estuviéramos reunidos en la entrada.
Treinta
minutos después, cuando la mayoría ya se encontraba allí, nos contó que había
llegado al circo unos minutos tarde y los animales no se encontraban ahí. Las
jaulas estaban destrozadas y un gran agujero se podía apreciar en la carpa. Nos
había llamado para llegar a un acuerdo. Habíamos aceptado pasivamente esa
situación y no fuimos a buscar a los animales.
Cuando
llegué a mi casa me di de cuenta que, al ser el domador de los animales,
ganaría poco con la decisión que había tomado. Pero una semana después recibí
otra llamada de César. Se notaba más preocupado que en la primera y aún más
nervioso, y dijo que necesitaba que lo escuchara con atención.
Me conto los
incidentes que habían sucedido durante la última semana:
El
encargado de alimentar a los animales se había olvidado de su trabajo y el
león, a pesar de estar debilitado por la escasa comida que recibía, rompió los
barrotes de su jaula. Trató de romper el resto de las jaulas para alimentarse
de los otros animales, y luego de romper un par de barrotes, huyó. Este no
llegó al pueblo más cercano hasta el miércoles, y a su paso dejaba una masacre
de pobres animales destrozados.
Las
primeras personas que lo vieron fueron unos pobres campesinos, que del susto no
se animaron a avisar al pueblo y lo único que fueron capaces de hacer fue
correr para el lado contrario. Esta gente, luego de un par de horas de
esconderse en su casa, decidió volver al pueblo. Cuando llegaron vieron todo destrozado,
paredes arañadas, puertas forcejeadas y sangre casi por todos lados.
Lo
primero que hicieron fue buscar a alguien durante horas, hasta que llegaron a
una casa intacta por los rasguños, en las afueras del pueblo. Entraron y
parecía que estaba vacía, hasta que escucharon unos sollozos que llegaban del
sótano. Allí se encontraban tres familias. Estas estaban muy asustadas y les
contaron lo ocurrido.
Aparentemente
el león había llegado al pueblo ya reforzado por los animales que había comido
en el camino y trató de continuar su festín y vengarse de los pobres pobladores.
La mayoría de ellos logró evacuar momentáneamente hasta que se resolviera el
inconveniente con el felino, a excepción de ellos a los que se les había roto el
auto al momento de escapar. Más tarde
explicaron que la sangre se trataba de carne cruda que le habían tirado al león
para que se tranquilizara.
Luego
estas familias y los campesinos comenzaron a averiguar de dónde podría haber
salido el León hasta que dieron con el
circo y lo contactaron.
Antes de colgar, Cesar me pidió que me acercara al circo
alrededor de las cinco de la tarde para resolver qué hacíamos con el animal, si
lo mandábamos a su hábitat natural, nos lo quedábamos o si lo sacrificábamos.
Yo sostenía que era mejor que los liberáramos, pero nadie estaba de acuerdo, por
lo tanto lo llevaron al Zoológico más cercano y lo encerraron en una jaula
gigante donde todos podían verlo. Pero esta vez se aseguraron de que estuviera bien
alimentado y dopado la mayoría del tiempo, para no generar otro disturbio
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