sábado, 22 de agosto de 2015

Cuento P. del Lenguaje

León suelto.

Detrás de esos árboles la noche se agitaba como un avispero y las sombras silenciosas anunciaban lo peor: los animales se habían escapado.
César Díaz, el director del circo, nos convocó a una reunión de urgencia. En su llamada se notaba preocupado y nervioso, aunque se negó a contarme que pasaba hasta que todos estuviéramos reunidos en la entrada.
Treinta minutos después, cuando la mayoría ya se encontraba allí, nos contó que había llegado al circo unos minutos tarde y los animales no se encontraban ahí. Las jaulas estaban destrozadas y un gran agujero se podía apreciar en la carpa. Nos había llamado para llegar a un acuerdo. Habíamos aceptado pasivamente esa situación y no fuimos a buscar a los animales.
Cuando llegué a mi casa me di de cuenta que, al ser el domador de los animales, ganaría poco con la decisión que había tomado. Pero una semana después recibí otra llamada de César. Se notaba más preocupado que en la primera y aún más nervioso, y dijo que necesitaba que lo escuchara con atención.
Me conto los incidentes que habían sucedido durante la última semana:
El encargado de alimentar a los animales se había olvidado de su trabajo y el león, a pesar de estar debilitado por la escasa comida que recibía, rompió los barrotes de su jaula. Trató de romper el resto de las jaulas para alimentarse de los otros animales, y luego de romper un par de barrotes, huyó. Este no llegó al pueblo más cercano hasta el miércoles, y a su paso dejaba una masacre de pobres animales destrozados.
Las primeras personas que lo vieron fueron unos pobres campesinos, que del susto no se animaron a avisar al pueblo y lo único que fueron capaces de hacer fue correr para el lado contrario. Esta gente, luego de un par de horas de esconderse en su casa, decidió volver al pueblo. Cuando llegaron vieron todo destrozado, paredes arañadas, puertas forcejeadas y sangre casi por todos lados.
Lo primero que hicieron fue buscar a alguien durante horas, hasta que llegaron a una casa intacta por los rasguños, en las afueras del pueblo. Entraron y parecía que estaba vacía, hasta que escucharon unos sollozos que llegaban del sótano. Allí se encontraban tres familias. Estas estaban muy asustadas y les contaron lo ocurrido.
Aparentemente el león había llegado al pueblo ya reforzado por los animales que había comido en el camino y trató de continuar su festín y vengarse de los pobres pobladores. La mayoría de ellos logró evacuar momentáneamente hasta que se resolviera el inconveniente con el felino, a excepción de ellos a los que se les había roto el auto al momento de escapar.  Más tarde explicaron que la sangre se trataba de carne cruda que le habían tirado al león para que se tranquilizara.
Luego estas familias y los campesinos comenzaron a averiguar de dónde podría haber salido el León hasta que dieron  con el circo y lo contactaron.

            Antes de colgar, Cesar me pidió que me acercara al circo alrededor de las cinco de la tarde para resolver qué hacíamos con el animal, si lo mandábamos a su hábitat natural, nos lo quedábamos o si lo sacrificábamos. Yo sostenía que era mejor que los liberáramos, pero nadie estaba de acuerdo, por lo tanto lo llevaron al Zoológico más cercano y lo encerraron en una jaula gigante donde todos podían verlo. Pero esta vez se aseguraron de que estuviera bien alimentado y dopado la mayoría del tiempo, para no generar otro disturbio